28.5.06

chica de la miel pregunta:
hay una canción que dice algo así como "lo he olvidado todo" o "todo lo olvido" (no sé muy bien porque está en francés y yo apenas sé francés), pero esa canción me gusta porque cuando la canto y llego a esa parte en verdad estoy pensando "no me olvido de nada, todo lo voy cargando en mi memoria". ¿sería usted tan amable de explicarme este extraño fenómeno?

chica de la miel:
la memoria es una fuente demasiado engañosa como para tomarla demasiado en serio. basta pensar en esos momentos en que hemos estado convencidos de recordar algún suceso, con precisión y lujo de detalles, para luego descubrir que todo había ocurrido distinto. una foto decidora, un video traicionero, o simplemente un análisis deductivo en base a otros sucesos que debieran concordar con el primero y no lo hacen. ahora, si el bibliotecario que administra la memoria nos dijo, completamente convencido, que las cosas eran de un modo cuando eran de otro ¿cómo podemos de ahí en adelante distinguir entre un recuerdo correcto y uno defectuoso? respuesta: no podemos. los recuerdos no se graban a fuego en nuestra memoria, se fijan con un pegamento de mala calaña, que con el tiempo se gasta y algunos recuerdos se caen de su sitio. el bibliotecario rápidamente los recoge, pero como cada vez está más viejo no siempre vuelve a pegarlos donde estaban y el rompecabezas empieza desarmarse. eso sin contar con los recuerdos de hechos que percibimos de un modo en que nunca fueron, como descubrir después de cuarenta años que aquella persona que te quitaba el sueño también se quedaba sin dormir. para no terminar descubriendo que nada es como recordamos, sugiero hacer una pausa indefinida y escuchar a Antonio Machín cantar El Bardo.
atentamente,

23.5.06

chica de la miel pregunta:
¿por qué cuando no hay nada que decir hablamos del tiempo en lugar de quedarnos callados?

chica de la miel:
intuyo que hemos sido condicionados para el discurso como un acto reflejo. perros de pavlov, ni más ni menos, que apenas escuchan el temido sonido del silencio emiten algún ruido que devuelva el equilibrio cósmico. sin embargo, enfrentada a tan mundana incomodidad sugiero alguna de las siguientes alternativas: contar la historia de John Titor, quien supuestamente viajó en el tiempo desde 2036 hasta 1975 para conseguir un computador; hablar sobre Sueños de Einstein, un estimulante libro sobre el tiempo que idealmente deberías haber leído antes de empezar a hablar;
invitar a tu interlocutor a ver Stalker, y juntos descubrir que 163 minutos pueden ser mucho más que 3 horas. si tu pregunta en realidad se refería al clima, te sugiero en cambio realizar el siguiente experimento: la próxima vez que vayas a reunirte con alguien, asegúrate que ocurra durante una tormenta huracanada para que al menos la conversación sea interesante.
atentamente,